El femicidio es el asesinato de mujeres por razones asociadas a su género; es decir, homicidios misóginos.
El término es parte de la producción teórica feminista pero también es una herramienta política que permite hacer visible y desnaturalizar la violencia extrema contra las mujeres.
El concepto de femicidio fue acuñado en Inglaterra por Mary Orlock a inicios de la década del 70 y usado públicamente por primera vez por la feminista norteamericana Diana Russell en un testimonio sobre asesinato de mujeres ante el Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres en Bélgica en 1976.
En castellano el término ha sido traducido de dos maneras: femicidio y feminicidio, sin embargo ninguno de los dos términos ha sido admitido por la Real Academia Española.
Según el Diccionario de Estudios de Género y Feminismos de Gamba, Barrancos, Giberti y Maffía, "en sentido estrictamente filológico feminicidio es más correcto (femenino+cidio) al tratarse de un neologismo que surge directamente del análisis feminista y pone énfasis en el carácter misógino del asesinato. Pero parece más conveniente usar femicidio ya que se acerca más al término en inglés y permite establecer una relación diferenciada más clara con el concepto de homicidio".
Diana Russell y Jill Radford en “Femicide. The politics of woman killing” lo utilizan para nombrar el trasfondo político que tienen las muertes de las mujeres por violencia de género; estas autoras expresan que “el asesinato de mujeres es la forma más extrema del terrorismo sexista” y consideraban que “una nueva palabra es necesaria para comprender su significado político. Pensamos que femicidio es la palabra que mejor describe los asesinatos de mujeres por parte de los hombres motivado por el desprecio, odio, placer o el sentido de propiedad sobre ellas”.
Por su parte Jane Caputi en “Advertising Femicide: Lethal Violence against Women in Pornography and Gorenography”, expresa que “no es ningún fenómeno inexplicable. Por el contrario, es una expresión extrema de la 'fuerza patriarcal'. Ésta -como esa otra forma de violencia sexual, la violación- es una expresión social de la política sexual, una institucionalización y una promulgación ritual de la dominación masculina, y una forma de terror que funciona para mantener el poder del orden patriarcal”.
Marcela Lagarde, antropóloga feminista, se refiere al femicidio como “el genocidio contra mujeres”. La diputada y presidenta de la Comisión de Femicidio del Congreso mexicano asevera que “todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres”.
La violencia contra las mujeres -un círculo que adquiere distintas modalidades como el insulto, la subestimación, el golpe, la violación, entre otras, y se cierra en el femicidio- no está desvinculado de un contexto social que produce y reproduce un sistema de ideas, valores, roles diferenciados según se trate de varones o mujeres que derivan en la dominación, sumisión y desigualdad entre hombres y mujeres.
Las mujeres son sometidas a un proceso de degradación durante el cual el terror enmudece, paraliza.
La falta de estos elementos para analizar los femicidios y ubicarlos en un contexto político y cultural los convierte en lo que los medios de comunicación suelen llamar “crímenes pasionales”; una forma errada y engañosa de definirlos.
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